Es una piel cuya emulsión epicutánea presenta un exceso de
humedad.
A diferencia de una piel grasa el brillo de este tipo de
piel no es un brillo untuoso. Tiene un tono pálido, aspecto macerado e
hinchado. La piel suele estar húmeda y fría.
Normalmente aparece en personas con alteraciones hormonales,
periodo premenstrual, mujeres embarazadas o cambios de clima.
Esta piel presenta un aumento en la sudoración que puede
deberse a muchos factores pero los más habituales son los desequilibrios
psíquicos, emocionales y/o endocrinos.
Para tratarla se debe evitar el crecimiento bacteriano y
restablecer su ph fisiológico.
El desmaquillado se hará utilizando cosméticos detergentes y
con propiedades astringentes.
Cuando la piel tenga un grosor normal se puede utilizar
cualquier tipo de peeling pero si está demasiado engrosada es recomendable
acudir a realizarse algún tratamiento con ácido (en centros especializados en
ácidos estéticos o en el dermatólogo con ácidos más específicos si la persona
requiere un tratamiento con supervisión médica).
Es recomendable incluir drenaje linfático facial para ayudar
a descongestionar la zona y favorecer la expulsión de toxinas evitando además
la retención de líquidos.
Esta piel agradece principios activos como menta, romero y
pino. Las mascarillas pueden ser de arcilla o mascarillas que en su composición
lleven talco o caolín.
Las cremas que se recomiendan deben ser en formato fluido y libres de
grasas.